MARACATÚ, MURGA: ARTE CALLEJERO AFRO-HEREDADO (1a Nota)
Pacho Nazar
Los imperios usurpadores del Nuevo Mundo, Portugal y
Castilla, fracasaron durante el siglo XVI en su pretensión de sujetar las
poblaciones Originarias a los trabajos forzados en la agricultura y en la
minería, que el Mercantilismo expansivo o casi explosivo, del Viejo Mundo les
imponía. Los alzamientos armados indígenas contra las levas de los blancos
invasores obstaculizaban aquel propósito. Las limitaciones, determinadas por
las denuncias y las acciones “regresivas”1 de religiosos sobre las atrocidades
perpetradas en pos del mismo fin, aumentaban las dificultades pro sometimiento.
Y la sustracción de Originarios de la voracidad de encomenderos y fazendeiros,
mediante las reducciones de la Compañía de Jesús2, obligaron a las Coronas a
comerciar contingentes africanos para introducirlos como mano de obra esclava,
bajo las más viles condiciones de vida. A la par del destierro forzado
definitivo, entraron al Continente las tradiciones, los ritmos y los
instrumentos étnicos negros.
Fusión en Pernambuco
La gente “de color” introducida, el estrato social más bajo,
interactuó con el que venía diezmado y marginado desde que el navegante
portugués Pedro ÁLVARES CABRAL invadió en 1500 la costa nordestina3,
inaugurando la dominación de su Corona sobre esa tierra. La agricultura de la
caña de azúcar esclavizó mano de obra africana. Cortos tiempos de descanso
permitían el batir de parches. Y a su son, por momentos se liberaban los
cuerpos de la opresión fazendeira, para remontar con la danza ancestral a
aquella vida libre abandonada por violencia colonialista al otro lado del Atlántico.
Los Originarios participaron. Aportaron coloridos
ornamentos, vistosos, destacados hasta la extravagancia. Danzaron al compás de
la percusión. Nació la lenta y progresiva fusión afro-nordestina brasileña.
El Caso Rioplatense
Los contingentes africanos llegados al Río de la Plata
padecieron tres siglos y medio de opresión, al igual que el resto del
Continente. Hasta que al tercer año de régimen independizado, la convención de
representantes de las Provincias Unidas del Sud, conocida como Asamblea del Año
XIII (1813), decretó la “libertad de vientres”4. Sobrevivieron medio siglo: en
1865 el Presidente pro-británico Bartolomé MITRE y su Ministro de Guerra
Domingo F. SARMIENTO ordenaron la leva forzada, engrillando a los negados, de
cuanto afro-descendiente se encontrase en el territorio nacional, para
exponerlo como ”carne de cañón” en los frentes de batalla de la traición más
grande a una ex Provincia del Río de la Plata: la Guerra de la Triple Alianza
(1865-1870), orquestada desde el centro imperial londinense, para destruir, con
la concurrencia del imperio del Brasil y la República del Uruguay, a la Nación
más próspera de América en su época: el Paraguay.
Expresiones Perdurables
El cruel racismo mitrista/sarmientino logró la eliminación
física de la afro-descendencia5 en la República Argentina. Mas el aporte
cultural del Continente Negro ya se había fusionado, en los siglos anteriores,
con expresiones rítmicas propias de un poblamiento paulatino de los suburbios
del Plata y de su afluente el Río Paraná, con inmigrantes internos campesinos y
con generaciones de criollos residentes. A fines de la dominación hispánica en
el siglo XVIII ya existían manifestaciones musicales y danzantes, con ritmos de
percusión afro, por lo común recluidas a recintos cerrados por la persecución
de las autoridades. Durante el Gobierno de Juan M. de ROSAS (1830-1852), los
sectores sociales bajos expresaban públicamente su apoyo desfilando, con pasos
danzados, al son de instrumentos afro heredados batidos por percusionistas. Era
la aparición en la sociedad de un Arte Callejero.
Recife, marzo 2021
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