MB Nº 13 - DRH
Un golpe de estado unitario en 1829, comandado por el Gral. Juan Lavalle, derrocó, a pocos meses de gobierno federal, al primer mandatario del Estado más importante de las Provincias Unidas del Sud, que tan solo contaban diecinueve jóvenes años de independencia: el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Los federales ajusticiaron al militar golpista en San Salvador de Jujuy, pero los unitarios evitaron el escarnio final trasladando sus restos mortales fuera del país. A lo largo de la Quebrada de Humahuaca se desenvolvió la etapa final de esta lucha entre las corrientes antinómicas más enconadas del siglo XIX argentino.
Un Estadista Pro Británico
Gran Bretaña había asumido una estrategia decisiva para su política imperialista del siglo XIX: colonizar económicamente a las nacientes repúblicas de la América Latina. Para poner en práctica esa dominación en las Provincias Unidas del Río de la Plata, el Ministro de Relaciones Exteriores George Canning anunció públicamente el reconocimiento de la nueva Nación en 1826, durante la Presidencia del primer entreguista del patrimonio nacional: Bernardino Rivadavia. Con la solicitud y aceptación del empréstito de la Compañía Financiera Baring Brothers, Rivadavia había dado nacimiento a una triste condición de la historia argentina hasta nuestros días: la deuda externa. Aquella maniobra diplomática esclavizante había valido al Canciller inglés el reconocimiento póstumo del cipayaje criollo, que le consagró el nombre de una importante avenida porteña. El tercer gobierno justicialista del Gral. Perón sustituyó, a mediados del siglo XX, el apellido humillante por el del mentor incansable de la soberanía Raúl Scalabrini Ortiz; la dictadura sanguinaria (1976/1983) volvió a traicionar el legado sanmartiniano, devolviendo el nombre de la arteria al socio comercial de Rivadavia. El justicialismo del siglo XXI restituyó el apellido señero del ideólogo anti-imperialista en la porteña calle.
El Federalismo en el Gobierno
Tras la lamentable presidencia de Rivadavia, la Legislatura de Buenos Aires (recordamos que no había separación entre Provincia y Ciudad de Bs. As.) había nombrado al Cnel. Manuel Dorrego como Gobernador. Durante los dieciocho años en que los dirigentes pro europeos de las Provincias Unidas de Sudamérica fueron desviando los ideales morenistas, belgranianos y sanmartinianos, de la Revolución de Mayo, Dorrego se había perfilado hacia la protección de la industria y el comercio nacional; al punto de haber disentido profundamente con el proyecto británico de Canning y con su embajador en el Río de la Plata: Lord Ponsonby. Urdida la trama política entre la cancillería inglesa y los comerciantes porteños, se pusieron por vez primera las armas nacionales contra representantes legítimos del pueblo y se produjo el primer golpe de estado de la historia, encabezado por el primer militar golpista: el Gral. Juan Lavalle.
Un Golpista Sanguinario
No bastó derrocar al Gobernador de Bs. As. para poner la Nación al servicio del imperio inglés sino que su ejecutor debió castigar al depuesto con la muerte. Nunca en la historia argentina posterior, hasta nuestros días, un primer mandatario depuesto fue ejecutado, por lo que el Gral. Lavalle se irguió no sólo como el primer militar golpista sino como el más cruento de todos. En los campos de Navarro, poco más de un centenar e kilómetros al sur de la ciudad de Bs. As., el Cnel. Manuel Dorrego fue fusilado sin previo juicio. La militancia de Lavalle en el Ejército de los Andes: mancillada.
La Sanción Federal
Los federales encontraron a Lavalle en San Salvador de Jujuy, perforaron de un balazo la puerta de madera de su habitación y el plomo alcanzó el cuerpo del traidor del legado emancipador. Urgentemente los unitarios retiraron el cadáver y a caballo ingresaron en la Quebrada de Humahuaca. En Tilcara fue velado el Gral. y la partida se desplazó rápidamente hacia el Norte por la Quebrada, pero los restos mortales debieron ser eviscerados en la capilla de Huacalera para continuar su apresurado e inesperado viaje a la frontera internacional. En el Museo de San Salvador de Jujuy se conserva la hoja de la puerta horadada. En Tilcara una casa en esquina, con puerta en su ochava, evoca el arrebatado sepelio. La capilla de Huacalera, en el silencio de la Quebrada, es hoy un hito de la antinomia histórica.
Pacho Nazar, Iruya, enero 2011
Audio13-Quebrada-de-humahuaca.mp3
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